Estoy parado junto al camino pensando qué hacer. Al parecer no hay más autobuses, la terminal está desierta. Comencé a preocuparme. Caminé de nuevo a la plaza y pregunté en los puestos, luego de un rato un vendedor de ropa que acomodaba las cosas en su camión me ayudo. «No hay hoteles aquí, tienes que ir al siguiente poblado, está a unos 13km, o puedes ir a Melacca, hay muchos hoteles allá…». Con un par de horas menos caminaría esos 13 kilómetros, pero son las 10 de la noche y no sé cómo pedir auxilio en malayo. Me fui a sentar al pequeño local de comida de la estación y comencé a escribir esto intentando distraerme de lo que al parecer será mi primera vez durmiendo en la calle. Mmmm, bueno, mi primera vez durmiendo en la calle en otro país. Bueno, mi primera vez durmiendo en la calle en el sureste asiático. Ayyy bueno yaa, una de esas veces.
Aunque me tardé más de lo que esperaba para poder cruzar la frontera, todo salió como lo había planeado. Estoy en la terminal de Melacca esperando un bus que me lleve al centro, ruta 8, 19, 31. Melacca es una ciudad famosa por su historia, es el lugar de origen de la cultura malaya, se convirtió después en un asentamiento portugués, luego holandés, luego inglés y luego, bueno, lo que sea que es en ahora. El autobús tarda mucho. Hay un montón de camiones de otras rutas, podría subirme a cualquier otro y después preguntar. Vi a una hermosa, no sé, coreana o japonesa, subiendo a un bus de la ruta 37. Me subí en ese. La vi pagar 1 ringgit, hice lo mismo y me senté atrás de ella. Luego le preguntaré algo. El camión avanza y da vueltas en todas las calles que puede hasta que llegamos a una avenida muy grande. En realidad es una autopista. La tipa se puso sus audífonos y se recargo a dormir sobre su mochila. Ok. Tal vez esperaré un rato y me bajaré donde ella se baje y luego con cara de tonto le pediré que me ayude porque estoy perdido.
Después de media hora comencé a dudar que fuera una buena idea. Ya no estamos en la ciudad. Melacca es un estado, es como si fuera de Cuernavaca a Oaxtepec. En realidad no me preocupa tanto, podría tomar un bus de la misma ruta y regresar. No reservé ningún lugar para pasar la noche, así que en el peor de los casos buscare una posada en ese lugar al que vamos.
Un pequeño pueblo decorado con luces como de navidad.PASAR ALOR GAJAH dice el letrero en la curva. No tengo idea en que región de Malaysia estamos. El autobús se detuvo junto a la plaza, está llena de carpas y puestos de comida, hay gente dando vueltas, también hay gatos, muchos gatos callejeros. La gente en el autobús se levantó, parece ser la última parada. La chica despertó y acomodó sus cosas, yo ya estoy junto a la puerta. Bajamos todos. Cuando volteo esperando por la chica, la veo muy sentada, en el autobús. Y no hay nadie más. Las puertas se cierran, el camión avanza. Allá va, seguida por mi mirada perpleja y una estela de polvo. Mucho pinche gusto! – pensé pateando una piedra.
Un malayo esta asando pollos usando un soplete. Otro corta la mitad de una vaca sobre la lona en el piso. Camino entre los puestos, el clima y los compas vendiendo fruta me transportan a un lugar mágico, casi como el mercado de la bola. Hay fritangas y cosas que se ven mitad asquerosas y mitad, bueno, sólo asquerosas. Compré una especie de hot dog relleno de carne al pastór y charales y di una vuelta en la plaza, hay un grupo de indus bailando en las tarimas bajo una gran carpa. El pueblo es en verdad pequeño, busqué una señal de Hotel, pero no la encontré. También busqué un lugar donde tomar un trago, pero sólo encontré una polvosa-oscura-vieja licoreria llena de polvosos-oscuros-viejos borrachos sentados en silencio y miradas perdidas alrededor de un par de mesas oxidadas con las patas chuecas. Los borrachos, no las mesas. Aquí los impuestos al alcohól son muy altos, además la población, mayoritariamente musulmana, no bebe una gota. Así que a falta de presupuesto y ambiente chic decidí reservarme para otra ocasión.
Encontré el paradero de autobuses, me senté en una de las bancas pensando en tomar el bus de regreso. No hay mucha gente, de hecho los que llegan a esperar repentinamente desaparecen sin que haya un autobús a la vista. Me levanté a preguntar. «Excuse me…». Se me queda viendo y luego con una gran sonrisa responde – «Mmm Nhaa noo english naa…». Utts. Soy ahora uno de esos asquerosos turistas que anda por el mundo pensando que todos hablan inglés. Cómo se dice «hola» en malayo?, «dónde están los baños?». Le di las gracias a señas y regresé a la banca. Tal vez aquellos vagos recargados en el auto, se ven raperos. «Excuse me, do you speak english?». Todos sonrien. «Nah». Estos malayos sonrisas. «H-O-T-E-L» – dije tratando de varios modos. Uno de ellos trató de explicarme, pero entre señas y malayo rap no pudimos entendernos. Seguí buscando. Mi prima Alma está en Singapore, le envié un mensaje con la esperanza de que me ayude a buscar en internet, pero sólo recibí una respuesta de la telefónica -«Unable to send this message». Son casi las 9. Regresé a sentarme en la banca, sería un desastre que el bus llegara mientras yo sigo rapeando con los lugareños.
Junto a la estación hay un paradero de taxis. Algunos taxistas están jugando damas con tapas de refresco. Me habían dicho que la opción del taxi en estos lugares es la ultimisima, a razón de que generalmente cobran lo que se les da la gana. Como sea me acerqué a preguntar. «80 ringgit». Algo así como 40 dólares. Es una situación desesperada, pero… 80 ringgit! Es estúpido, el viaje desde Singapore me costó 20, con eso me pago 4 noches de alojamiento en Melacca. Yo y mis aventuras siguiendo viejas. Seguro con esto aprenderé. ….. . Naaa. Nunca aprendo.
12:30. Mi taza de té está casi vacía. Las personas del local están lavando las ollas y barriendo entre las mesas, pronto cerraran. Los taxistas siguen jugando damas, de vez en cuando voltean a verme, están esperando el momento en el que me rinda y, cual buitres, poder devorar mi putrefacta cartera. Pero como diría cualquier mexicano lo suficientemente letrado. Se la pelan. Me largo de aquí.
Caminé hacia la plaza buscando un lugar en dónde pasar las siguientes horas. Bajo la luz de las lamparas hay todavía un par de personas acomodando las sillas y algunos vendedores amarrando lonas para cerrar sus puestos. Los gatos saltan de entre los matorrales, se juntan en diferentes esquinas y cual pandillas pelean por los mejores lugares, chisguetean de orines los rincones, algunos se roban la comida mientras otros se tiran perezosos en cualquier rincón moviendo las orejas y espiando a aquellos otros gatos que tienen sexo sin pudor ni consideración de los pudores ajenos. Bueno, no es muy distinto a estar en un hostal después de todo.
Llegué al otro extremo del pueblo atraído cual polilla por la luz de una cafetería. Las calles están desiertas, sólo se ven algunas motonetas, los conductores voltean a verme, intento poner cara de ni-soy-tan-turista-mis-tios-viven-aquí, pero las sandalias, el pantalón hippie y la mochila con folletos arrugados saliendo de las bolsas me delatan. La cafetería está cerrada. Quiero ir al baño, ni a quién preguntar. Y aunque lo hubiera, ?cómo le pregunto??Lo hago a señas acomodándome en posición? ?señalándome el pípi?. Pensarán que soy un pervertido. Tal vez sólo deba hacer un dibujo, mi profesión sería por fin de utilidad. Las leyes en ésta región del mundo son bastante peculiares, en muchos de los casos implican castigos físicos, literalmente, te dan vara. En Singapore, por ejemplo, es ilegal estar desnudo en tu casa. Es ilegal no jalarle al bano. También es ilegal orinar en los elevadores. Su vida debe ser en verdad triste. Así que para no arriesgarme, actué como cualquier persona honorable, me metí en un callejón oscuro y lo hice de prisa.
Observo a mi alrededor buscando algún spot donde pueda estar cómodo. Hay un monumento, como una espada forrada en azulejos, tiene escaleras con huecos debajo. Parece buen lugar. Del lado de las carpas hay algunas mesas con manteles que llegan hasta el suelo, tal vez pueda meterme abajo de una como tienda de campana. O puedo ir directo a los arbustos y recostarme en el pasto. Frente a las tarimas hay una alfombra roja en donde un par de gatos duerme, se ve cómodo y glamuroso. Qué hacer. Cuando estaba preparando la maleta metí el sleeping en una de las bolsas. Luego dije – «Pa’qué?». Hace tanto calor que hasta la sabana es un abuso. Así que lo saqué y lo dejé en la cama. En éste momento sería un tesoro, con él podría simplemente tirarme en el suelo completamente aislado de la chis de gato, las cucarachas y los mosquitos. Los pinches mosquitos del dengue.
Me metí bajo una de las carpas y me instalé en una de las sillas, puse la mochila en el suelo y me abracé a la bolsa con mi pasaporte y mi dinero. Me estiré en la silla lo más que pude e intenté dormir. Algunos gatos se han acercado. Dos de ellos se suben a las sillas de junto, otro viene de frente y con total descaro se me unta en los pies. Me pregunto si me distrae mientras los otros me sacan el dinero. Les puse nombre. Jume, Charly y Manitas. Hay más gatos atrás de mí, están sentados en silencio en la jardinera del monumento. Luego de un rato los dos en las sillas se acomodaron a dormir. Me quedé platicando con el manitas hasta que terminó de lamerse los rincones, luego se acomodó junto a mi mochila y sin decir más se durmió. Finalmente, este día ha llegado. Soy un vago durmiendo en las calles junto a una pandilla de gatos.
Casi las 3. La silla se ha vuelto hostil, la humedad se ha condensado, estoy mojado, pegajoso, tengo hambre. Además estoy al pendiente de los mosquitos, podría jurar que cada que pasan cerca dicen «malariaaaa». Sin seguro médico ni vacunas correspondientes te vuelves un poco paranóico. Así que manoteo en el aire, entrecierro los ojos, divago. Esto de no tener un plan me costará caro. Voy a terminar buscando comida y cosas que vender en la basura. Es una ocupación horrible, debería ser bien pagada. Debo encontrar algo que me motive a seguir adelante, no sé, tal vez convertirme en un superhéroe. No estoy seguro qué causa defender. Qué pobres ni que chingados. Pero sí, un superhéroe, uno que de día trabaje y viva en la basura, pero de noche se convierta en el terror de la injusticia, arrojar con super fuerza bolsas con comida y pañales y fierros viejos a los canallas. Mejor aún, me construiré un robot con desperdicios como el de ese compa en la caricatura de Mazinger Z, que usaba de casco un balde y un volante de camión para manejarlo. Cómo se llamaba?… y se sabroseaba a Sayaca y al robot de Sayaca, Afrodita, que tenía chichis que eran proyectiles. Eran enormes. Los robots. Bueno tambiénlas chichis. Un dia le pusieron unas más grandes para que al dispararlas Mazinger las atrapara y con ellas pudiera volar. Volar y escapar. Eso es en verdad lo que necesito. Un par de enormes chichis que me saquen volando de aquí. Eso. Chichis de robot. Chichis. Chi-chi-ii-i……ZZZzzzzzzz.
El manitas y los muchachos se han marchado. 6.40am. Los vendedores comienzan a armar sus puestos. Fui a buscar donde lavarme, lo hice en las tarjas para enjuagar fruta adentro de un mercado. Compré arroz cocido con leche de coco y pescado seco para el desayuno. Me fui a plantar a la terminal y mientras mordisqueo el arroz un taxista y la señora del local de comida me saludan sonrientes, soy casi un lugareño. Aquí está al pinche autobus de la 37. No hay indicios de la coreana.
Cómo se dice…?
Gracias – Terima kasih –
Auxilio – Membantu! –
Baños – Tandas –
Chichis de robot – robot payudara –